Según la hipótesis formulada por Lovelock, la vida posee capacidad adquirida desde los primeros estadios de la evolución, de controlar globalmente el ambiente, para adecuarlo a sus necesidades. Se trata de la visión de la Tierra, Gaia, como unidad de autorregulación.
Durante la presencia de la vida (miles de millones de años), las condiciones físicas y químicas de la mayor parte de la superficie del planeta no se han desviado demasiado de las más favorables para ella. Como consecuencia, la Tierra, es muy diferente de otros planetas, su atmósfera e incluso algunas formaciones continentales, son el resultado del metabolismo de la biosfera, que es la que en realidad ha cambiado a lo largo de la evolución. Si el hombre se excede en sus depredaciones, la especie más amenazada es la propia, y su desaparición sólo sería un episodio más en la actuación del mecanismo de regulación que permitiría al planeta, una vez liberado del hombre, seguir su autoorganización.