El mar ha sido y es considerado el gran vertedero de las sociedades humanas. Se han producido vertidos indiscriminadamente confiando en la propia capacidad de autodepuración de los océanos. Sin embargo, estos empiezan a mostrar sus límites. Los contaminantes vertidos a los ríos encuentran su destino final en el mar. Muchos elementos y compuestos químicos están prácticamente extendidos por todos los ecosistemas marinos como el DDT y el mercurio.
Fertilizantes y aguas residuales urbanas provocan eutrofización, que afecta directamente a la industria pesquera, con explosiones poblacionales de algas en forma de mareas verdes y rojas que eliminan toda forma de vida a su paso por el agotamiento del oxígeno disuelto en el agua.
Además los océanos sufren la contaminación adicional del petróleo. Se calcula que el 0,1% de la producción total de petróleo va a parar al mar. El origen es diverso, accidentes de petroleros y de plataformas petrolíferas, lavado de tanques, escapes, etc. Aunque el petróleo es biodegradable casi en su totalidad, las bacterias que lo consumen necesitan mucho tiempo y hasta que la descomposición sea total, este puede haber sido mortal para muchos organismos.
Un derrame en el litoral arruina la industria pesquera de la zona pero además afecta directamente a otros organismos como, por ejemplo, las aves a las cuales el petroleo impregna su plumaje neutralizando su capacidad como aislante térmico y además, al intentar limpiarse con el pico, se envenenan.
Se sabe qué sustancias están siendo vertidas al mar y cuáles son sus efectos a corto plazo, pero el problema más grave es que aún no se conoce cómo se acumulan estas sustancias en los organismos marinos y si esa acumulación será reversible.