El número y grado de complejidad de los ecosistemas de la biosfera es muy elevado. Muchas veces se tiende ha realizar una generalización de los diferentes tipos de ecosistemas acuáticos y terrestres agrupándolos en ecosistemas tipo como bosques, ríos, lagos, etc.
Esta clasificación no deja de ser superficial y sobre todo, muchas veces irreal del funcionamiento del ecosistema en cuestión que se quiere conocer o gestionar. El comportamiento del ciclo de la materia y la energía difiere a veces tanto entre dos ecosistemas que estarían dentro de un mismo grupo que puede conllevar consecuencias graves para los ecosistemas el decidir una o otra gestión basada en ideas generalistas del funcionamiento de éstos. Así, la dinámica del ecosistema de un bosque mediterráneo de alta montaña difiere del de montaña media, o el funcionamiento de la cuenca hidrográfica del río Ter de la del río Ebro. Incluso, la heterogenidad temporal y espacial influye de forma determinante en las consecuencias que una inapropiada gestión puede representar para un determinado ecosistema.