El parásito se beneficia, pero el hospedante resulta perjudicado, aunque no tiene por que morir. Es quizás una de las relaciones más antiguas existentes en la naturaleza, ya que existe una hipótesis que postula la posible aparición de la depredación a partir de una relación parásita, por evolución. Es una relación tan diferente de las otras que es la única en la que una de las especies es indiferente ante el hábitat y los factores exógenos. Para el parásito su hábitat es su hospedador. La relación entre parásitos puede ser entre organismos del mismo o diferente reino, monoespecífico o pluriespecífico, parasitismo temporal.
Los parásitos animales se distinguen porque el hospedador no está ligado a un biotopo concreto, son los únicos que ocupan hábitats independientes del medio ambiente y son los únicos no sometidos a la competencia interespecífica.
Los parásitos vegetales si presentan competencia interespecífica, parte de su energía la obtienen de la luz solar (presentan clorofila) y parte del carbono que les facilita el hospedador.
Los parásitos bacterianos por su parte desempeñan un papel fundamental en el control biológico de las poblaciones en la naturaleza.