Se consideran regiones áridas aquellas donde la irregularidad y escasez de las precipitaciones limitan la existencia de los seres vivos. Los desiertos son áreas con una precipitación media anual que oscila entre 0 y 200 ml. Cubren grandes extensiones principalmente en las zonas tropicales y subtropicales.
Las condiciones climáticas se caracterizan también por las grandes oscilaciones de la temperatura durante el día (con diferencias de hasta 35°C entre el día y la noche) y por un régimen de vientos muy constantes y a menudo violentos. Los suelos son inexistentes o muy poco profundos y pobres, con amplias extensiones de materiales erosionados (pedregales o regs) o de aportes eólicos (arenas o ergs). A menudo la intensa evaporación provoca el depósito de sales que se disponen sobre la superficie formando una costra que sólo permite el asentamiento de plantas halófitas.
La flora se caracteriza por su pobreza taxonómica, con especies que llegan al extremo de adaptación biológica y morfológica a la sequedad ambiental. Los sistemas radiculares se desarrollan ampliamente, con bulbos y rizomas cargados de reservas. Muchas plantas son suculentas (con reservas hídricas en sus tejidos), las hojas son pequeñas y coriáceas o inexistentes. Predominan los portes herbáceos y rastreros.
En las regiones hiperáridas (períodos de lluvia a veces anuales) la vida sólo es posible en determinadas condiciones. Abundan aquí los vegetales que limitan su vida al período posterior a las precipitaciones (efimerófitos). El resto de vegetales sólo se puede desarrollar en zonas puntuales (oasis). La fauna está también limitada, pero no tanto como los vegetales por poseer más mecanismos de adaptación. La mayoría de los animales limitan su actividad a los períodos crepusculares, la transpiración se reduce, la orina es casi sólida y se aprovecha la humedad del rocío, de las plantas suculentas y de la sangre y fluidos corporales de otros animales.
